Cuentos!


Querer Saber.

Desde la inmensidad, llegaron el Misterio y un Hechicero.
Se tomaron un café; y debatieron de la vida un largo rato, confiados en la inexorable confidencialidad del lugar. Así que ambos descubrieron los secretos del Misterio y el Hechicero le dio sus más sabios consejos para la vida. Lecciones que le habían llevado años aprender, y que ahora le facilitaba para su plena felicidad.
Pero en la mesa de al lado, alguien los escuchaba, muy atento. Un muchacho que con una pluma en la mano y un mísero pañuelo, tomaba nota de la fabulosa confesión.
Cuando termino de escribir, se retiro del café.
El muchacho caminó por la noche, acompañado por un par de estrellas indiferentes y una Luna ausente.
Y cuando llego a su casa corrió a su habitación y se encerró, Sacó el pañuelo y para su sorpresa descubrió que estaba en blanco...
Desesperado revolvió sus bolsillos, pero era el único pañuelo que tenía.
Se sentó en la cama, con las manos cubriéndose el rostro. Lo que había anotado le hubiese solucionado la vida, y ahora ya no estaba.
La bronca y la impotencia rebalsaron sus ojos y llorando, agobiado, se durmió.

Al otro día, al despertar noto que en su escritorio había un sobre azul, perfectamente cerrado y sellado, sin nombres, ni remitentes. No entendía como había llegado allí, puesto que seguía encerrado con llave en su habitación y nadie había salido ni entrado durante la noche.
Aun así, abrió el sobre.
Este contenía un papel grueso y del mismo color, con una inscripción en letras plateadas que rezaba:
"La Confianza en ti mismo, es la Fuerza más Grande.
Ningún secreto te podría salvar de la muerte.
Ningún Misterio te dará una felicidad completa.
Ningún Hechicero te hará especial y amado.
Ninguno... excepto vos mismo"
Y en el fondo del sobre había una cinta roja.
El muchacho guardo la cinta roja en su bolsillo y dejo la nota en el sobre encima de su escritorio.
Pese a que la frase era entendible, él estaba confundido.
Se cambió lentamente, como pensando detenidamente como atarse los cordones, ó como abrocharse el cinturón. Estaba shockeado, todo le parecía extraño. Él mismo se sentía raro, similar a un pez fuera del agua que entendía el mecanismo de respirar oxigeno terrestre.
Salió a la calle, pero eligió otro camino hacia la facultad. Uno diferente, que nunca usaba porque lo alejaba un poco de la facultad. Pero que  surcaba una plaza hermosa llena de arboles florecidos, pájaros, jazmines y muchos colores y formas de alegrías y risas diferentes.
Mientras caminaba, empezó a soplar un viento suave, cargado de aroma a fresias y un calor diferente, pero conocido, que lo envolvió totalmente.
Y ante esa increíble conmoción…Vio que en una de las hamacas, con los ojos cerrados y un inmenso disfrute dibujado en el rostro, una joven con un vestido azul, se hamacaba dulcemente....
Se paró en seco, anonadado ante lo que veía. Y pudo distinguir en el cabello de la muchacha una cinta roja…
Inmediatamente, metió la mano en su bolsillo, y busco frenéticamente la cinta que allí había puesto…. Pero ésta ya no estaba....

"FIN"